Menu

miércoles, 15 de febrero de 2012

¿La Crisis o despotismo? ¿Hay otro remedio que aguantar?


Llevo siete días seguidos almorzando a las 19 horas, tras mi matutino desayuno a las siete treinta, no son los únicos de este año y medio, ni los últimos de los próximos meses, pero no es para ponerse una medalla, es algo llevadero, asumible, pero no recomendable y no es algo que deba prolongarse mucho mas allá debido a lo frágil del cuerpo humano, esta maquina perfecta que si no se cuida no rinde y se debilita, se resiente poco a poco sin darnos cuenta... vaya que se preocupan los directivos por el parque móvil, por cada uno de los vehículos de la empresa, de llevar un control riguroso sobre su mantenimiento, y claro, todo, absolutamente todo documentado, mas que nada por eso de la ISO 9001, pero el mantenimiento y control de estas maquinas frágiles, como son los cuerpos de sus trabajadores parece no ser tan importante (lógico porque cambiarlas no sale tan caro: liquidación, saldo y finiquito y otro nuevo). 
Eso nada, es una anécdota mas de la larga historia de las relaciones empleado y empresario, con estas frías compañías, cuyos empresarios hablan de "esta casa", o de "esta familia" dando imagen de su empresa como hogar dulce hogar, (conceptos ridículos aprendidos en desaprovechados cursos de liderazgo en los que no aprenden sino cuatro frases) y actúan de forma contraria, como adictos a la calculadora y como maquinas movidas por los números y los intereses económicos. ¿Y todo ese esfuerzo para que? Eso es lo que dijo el compañero Ángel después de conocer la noticia de su despido, de su nuevo estado, de bajar su status de responsable de marketing (además de responsable de llevar algún que otro café y de ir a buscar al aeropuerto a quien vaya o venga, entre otros recados), a su nuevo estatus de parado.

Por lo que yo conocía, y me consta, se preocupaba por la marcha de la empresa y de el buen funcionamiento de sus proyectos, pero claro, su trabajo lo hizo pensando en la colectividad, pensando en la empresa, nunca buscó provecho propio, y es que eso era un poco arcaico, retrogrado, porque eso hoy día no funciona, resultó ser que era mas efectivo luchar no por la empresa, sino por el interés propio; así de bien le fue en esa otra línea de trabajo al ayudante de verdugo, Señor D. Comisionista, que cual político sagaz aprendió a cobrar aparte de sus honorarios, la recompensa merecida por encargar trabajos a sus proveedores. Esa tajada era tan interesante que defendía su causa en exceso, siendo esta la causa que produjo el anterior referido efecto del compañero Angel. El Comisionista ayudó a dar la patada con sus pensamientos manipuladores, actuó como un hábil encantador de serpientes, y claro, las serpientes, cuando están encantadas, todo les parece bonito y no caen en la cuenta del error, ni aciertan a poder ver en la figura del encantador, lo que se esconde tras ella.


Todas estas reflexiones las hago porque cuando conducía esta tarde contemplando el bello paisaje, y mientras escuchaba al psicólogo de turno colaborador de radio en mi emisora preferida, atendí a esas frases típicas de que las personas debemos tener claro quienes somos y a donde vamos, y bueno, eso me dio por retrotraerme al día de la firma de mi contrato y mi comienzo en la empresa como Responsable Comercial, para la cual sirvo de camionero, comercial, repartidor, y lo que usted mande.

Con los antecedentes expuestos, es normal que tenga una serie de pensamientos y planteamientos en mi cabeza: ¿Quiero ser de futuro una marioneta manipulable y conseguir reconocimiento y el aplauso por mi trabajo diciendo a todo "si" y dando la razón a todos y todo sin creerlo, cual pelota rastrero y miserable? ¿Quiero con mi licenciatura en Económicas y Master en Negocios Europeos, y mi formación en Londres y París acabar mi labor de Responsable de Area con la guinda y el remate de pasarme la jornada como camionero multiusos? ¿Qué les hace pensar que una persona con esa formación acabara sirviendo para esos menesteres? ¿Será porque me tienen por tonto? ¿por demasiado conformista o poco afán de superación?, ¿estaré cómodo trabajando sin cesar, sin poder disfrutar de vacaciones o postergándolas hasta el infinito?... Esos y muchos mas interrogantes, son los que me han hecho pensar, reflexionar y estudiar sobre la manera de cómo sobrevivir a este continuo desprecio con el que numerosos directivos y gerentes brindan a sus subordinados.